Conoce el tipo de suelo de cultivo y su cuidado nos ayudará a mejorar sus características y tener mejores cosechas
Un suelo agrícola sano y bien trabajado será la clave del éxito para el crecimiento vigoroso de nuestros cultivos.
La tierra es un microsistema en el que tanto sus componentes
químicos, como sus múltiples microorganismos interactúan y qué duda cabe que
cualquier intervención externa influirá decisivamente sobre este.
La calidad del suelo
Existen muchos tipos de suelos, cuyas características
estarán determinadas por su ubicación y la geología del lugar. También por las
condiciones climatológicas que durante largo tiempo habrá influido en el
confiriéndole sus características.
La acción de los microorganismos en él también es fundamental.
La importancia de la materia orgánica
Un suelo que sea apto para la agricultura necesariamente tiene
que tener materia orgánica. La materia orgánica es el fruto de la descomposición
de sustancias tanto de origen animal o vegetal.
Esta descomposición, con ayuda de la acción de diferentes
microorganismos, dará como resultado el aporte de distintas sustancias
fundamentales, como son los minerales, sales y en general los nutrientes que
las plantas necesitarán para su desarrollo.
Dada la importancia de esta materia orgánica y de las muchas
necesidades de este aporte que requiere la tierra de cultivo intensivo, siempre
es necesario adicionarla de forma artificial ya que es la única forma de
asegurarnos de que los cultivos tienen todos los nutrientes que necesitan para
su crecimiento.
De ahí la importancia del abonado y del control periódico de
la calidad del suelo en cuanto a composición para detectar posibles
deficiencias.
La retención del agua
Sin un aporte suficiente de agua, el cultivo nos prosperará.
Por ello, la capacidad de la tierra para retener el agua es un factor clave a
tener muy en cuenta.
Básicamente encontraremos dos tipos de suelos: arcillosos y
arenosos. Los primeros se caracterizan por su capacidad de compactación, y por
tanto, de retener el agua pero hay que tener cuidado con ellos ya que una
excesiva compactación de este tipo de suelo puede impedir el crecimiento de las
raíces.
Por el contrario, los suelos arenosos son muy porosos, lo
que hace que el agua se filtre con demasiada facilidad a capas inferiores,
fuera del alcance de las raíces.
Y, hablando de la porosidad del suelo, tenemos que tener en
cuenta también que esta debe permitir cierta circulación del aire, clave para
que las raíces tengan oxigenación.
Esta porosidad la otorga las propias características de la
tierra, además de los organismos que en ella viven: lombrices, hormigas… así
como pequeños microorganismos.
El suelo del que disponemos es el que es, con sus
características de base y por ello debemos conocerlo bien para saber de qué
forma trabajarlo mejor y qué tipo de cultivos prosperarán con mayor éxito.
Aunque tenemos ciertas limitaciones determinadas por el tipo
de suelo que tengamos, por supuesto podemos mejorarlo mediante el conocimiento
del mismo y el control de ciertos factores.